El verano del candidato by Brian Freeman

El verano del candidato by Brian Freeman

autor:Brian Freeman [Freeman, Brian]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T05:00:00+00:00


25

Cab observó a la joven que tenía delante. Era guapa al estilo de Carey Mulligan, pecosa y con una rubia melena corta. Su pequeña boca cambiaba constantemente de forma y sus ojos azules tenían una intensidad luminosa. Su expresión era adusta y suspicaz, como un perro ladrador que gruñera para proteger su territorio. Estaba claro que tenía una vena paranoica: Cab no creía que nunca nadie hubiera estudiado con tanto detenimiento su placa de identificación. Después de alzarla para que le diera la luz y compararla con su fotografía, llamó a la policía de Naples para que le dieran una descripción del detective.

Cuando finalmente colgó, Cab le dedicó una sonrisa.

—¿Y bien? ¿Soy yo?

—Me han dicho que, si mi cabeza llegaba por encima de su cuello, era un impostor.

—Espero que también hayan mencionado el pendiente. Y la gomina.

—Han dicho que era un gel de Londres.

—Está claro que me conocen demasiado bien —dijo Cab—. Bueno, ahora que ya sabes quién soy, ¿qué tal si me dices quién eres tú?

Peach se sentó al otro extremo de la mesa de la sala de reuniones con las manos cruzadas frente a ella. La enorme silla la hacía parecer diminuta.

—Peach Piper.

Cab estableció enseguida el vínculo.

—¿Como Lyle Piper?

—Mi hermano.

—Lo siento.

Peach se encogió de hombros.

—¿Qué quiere, detective Bolton?

Cab no contestó de inmediato. Paseó la mirada por la sala de reuniones y vio la imagen congelada en el televisor; cuando Peach se dio cuenta, cogió el mando a distancia y lo apagó. La cara del gobernador desapareció de la pantalla. Cab miró a través de la ventana hacia el recinto de cubículos y vio docenas de esforzados trabajadores de veintitantos años con el pelo mal cortado. En la sala zumbaba el ruido del aire acondicionado.

Tomó nota de cómo estaban ordenados los papeles a su alrededor y se percató de que Peach no había estado sola en la sala de reuniones. Alguien había estado allí con ella, pero quienquiera que fuera se había marchado a toda prisa.

—¿Qué hacéis aquí exactamente? —preguntó—. Este sitio está un poco destartalado para pertenecer a una gran fundación, ¿no?

—Investigamos.

—¿Qué clase de investigaciones?

—Políticas —respondió Peach.

Cab asintió. La chica no quería darle detalles.

—Ya entiendo. Asuntos secretos que podrían cambiar el mundo, ¿eh? Y si me los contaras, después tendrías que matarme.

—Algo así —dijo Peach.

—Creía que investigar a la oposición consistía en pillar a los políticos diciendo tonterías. No debe de ser muy difícil. Coser y cantar, ¿no?

Peach no contestó, pero sus labios se curvaron en una mínima sonrisa, como si por fin estuviera sucumbiendo a sus encantos.

—Aún no me ha dicho qué quiere usted.

Cab aguardó un momento. Le gustaba dar rodeos, lo cual solía poner nerviosos a los testigos y despertaba sus ganas de hablar. El silencio hacía que la gente se sintiera incómoda, sobre todo frente a un agente de policía. Sin embargo, por muy joven que fuera aquella chica, no se inquietaba fácilmente ni abría la boca. Detrás de su paranoia se ocultaba una gran inteligencia.

—He preguntado en recepción si podía hablar con alguien que conociera a Justin Kiel —le explicó él—.



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